top of page

El fénix, la aguja y la tinta


La primera vez que me tatué, creí que dolería mucho, pero para ser sincera, ese día me dolía más el corazón que cualquier línea dibujada sobre la piel. Recuerdo que me encontraba casi dormida cuando lo rellenaban, una experiencia entre relajante y satisfactoria. La elección del tatuaje fue impulsiva, poco pensada, pero de lo único que estaba segura era que debía ser algo que me recordara constantemente que podía seguir adelante.


Cuando le dije a mi mamá que me tatuaría, no me creyó. Pensó que jugaba y solo me respondió que era una decisión mía. Mi papá tampoco me creyó. Digamos que la oveja negra y descarriada de la familia siempre he sido yo, pero hablar de tatuajes era algo que hasta el momento no me había atrevido a hacer. Me fui en compañía de mi amiga Lúa y otras chicas al estudio donde toda la magia sucedería. Ahí me esperaba mi amiga Adi para comenzar a dibujar lo que, años después, se haría real.


Tal vez pienses que estoy tardando en llegar al punto, pero esta historia tiene mucho que ver con lo que hasta hoy me ha hecho levantarme día tras día desde que salté de ese puente. Antes de continuar, quiero mencionar que la decisión de tatuarme fue demasiado impulsiva (nada raro en mí) y me llenaba de miedo por todas esas historias de tatuajes infectados o mal hechos. En ese momento me encontraba en uno de mis puntos más bajos, sin encontrar algo de qué agarrarme para seguir adelante. Inconscientemente, tatuarme era una buena idea en ese momento, así como muchas otras ideas que siguieron, hasta mi mal aterrizaje (vamos, ríete, es gracioso. Si no te lo parece, ríete conmigo).


En el estudio, mi amiga Adi ya tenía impreso el diseño y solo esperaba que eligiera el lugar donde lo haría. Me sentía nerviosa y me preguntaba si en verdad era una mala idea. Pero pasaban demasiadas cosas por mi cabeza, necesitaba una gran distracción y el dolor físico siempre ayudaba. Mi amiga comenzó a tatuar mi espalda, cerca de mi hombro derecho, y yo solo me repetía que me dolía más el corazón que el cuerpo (recuerda esto, porque en algún momento, no aquí, tendrá mucha relevancia).


Cuando terminó, el dueño del estudio, tras escuchar la historia de mi corazón roto y mis desilusiones, me regaló un segundo tatuaje. Un diseño más pequeño pero con mucho más dolor, esta vez en la clavícula.


Esta historia tiene mucha importancia para mí, especialmente por las personas que estuvieron ese día. Principalmente, mi amiga Lúa, pues después de eso, las cosas empeoraron y fue quien estuvo a mi lado cuando más la necesite. También mis amigas Juno y Sabina (más adelante me gustaría hablar de ellas, han sido un apoyo inmenso en mi vida). Con el título de esta entrada y lo que he contado, tal vez puedas adivinar mi primer tatuaje: un fénix. Sí, demasiado cliché, pero también una criatura fantástica con un significado profundo para mí. No es un fénix perfecto, un ala es más pequeña y no es especialmente bello, pero me representa y me llena. Antes de hacerlo, ya comenzaba la cuenta regresiva para terminar mi vida. Tanto figurativa como literalmente.


Recuerdas que mencioné que mi elección fue impulsiva y poco pensada, pero necesitaba representar algo. Si conoces un poco de mitología, sabrás que los fénix simbolizan el renacimiento. En ese momento, yo necesitaba la garantía de que podría terminar con mi dolor, mi impotencia y mi existencia, pero también tener un nuevo inicio en algún momento. Ahora, al comparar ese día con mi actualidad, puedo decir que sí he tenido un nuevo comienzo. He renacido en muchos aspectos y me he llenado de lo que conocemos como resiliencia.


El fénix, para mí, representa no solo mi renacimiento, sino la resiliencia que he desarrollado con cada dificultad. En momentos en los que no me creía suficiente, cuando pensaba que todo lo malo era culpa mía o cuando sentía que lastimaba a los demás sin quererlo. Han habido recaídas y nuevos dolores, pero cada vez que caigo en cenizas, me levanto y sigo adelante con nuevas adaptaciones y habilidades (y, por qué no, poderes mágicos y fantásticos).


No puedo decir que ahora soy inmortal ni que la vida me duele menos. Pero sí puedo decir que he aprendido a tolerarla, a enfrentarla con mayor claridad, especialmente con mi familia y conmigo misma. Ha sido duro romper con lo que consideraba real y reconstruir mi percepción, ajustándola a la realidad y no a mis distorsiones.


Todo sigue siendo difícil y no creo que la dificultad disminuya hasta que mi ciclo de renacimiento se complete. Pero así como el fénix renace de sus cenizas, yo renazco de cada dificultad, cada caída. Y con cada renacimiento, me vuelvo más fuerte, más mágica, más yo.


No sé si tú estés tocando fondo o iniciando tu propio ciclo de crecimiento, pero si es así, quiero que sepas que hay muchas criaturas mitológicas y fantásticas que pueden representarte. En ellas puedes encontrar un motivo para continuar, para enfrentar la vida y sus inclemencias. Para mí, es un fénix quien me acompaña en esos días oscuros en los que lloro en mi cuarto y en los momentos en que siento que todo termina.


Ahora te pregunto: ¿Quién te acompaña a ti?

 
 
 

Comments


bottom of page