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El amor y la locura están destinados a estar juntos...



El amor y la locura están destinados a estar juntos siempre (Mario Benedetti), hablar de las emociones es algo que tenemos que aprender a lo largo de nuestra vida, algunos tienen suerte y logran hacerlo desde temprana edad, otros aprendemos a hacerlo más grandes o simplemente existen personas que no lo hacen nunca.


Debo confesar que mi mayor emoción antes de que saltara de ese puente fue la Culpa, ella me ha acompañado desde que era niña y llego un punto en que no podíamos convivir más una con la otra, por lo que, al tratar de alejarla y evitarla, termine en una caída libre en una noche de viernes, mientras esperaba el perdón de alguien que no me lo daría y que en ese momento yo creía que lo quería.


Hablar de lo que siento no siempre ha sido fácil, sobre todo, cuando pensaba que no existía alguien a quien le importara lo que estaba sucediendo. Actualmente puedo decir que mi relación con las emociones y su expresión ha mejorado, sin embargo, no es perfecta y eso me alegra. Como seres humanos no somos perfectos y el saber que lo que sentimos y pensamos tampoco lo es, realmente te libera de una carga demasiado pesada día con día y ayuda a que todo lo que ocurre alrededor no te inunde y ahogue en ese turbulento mar de situaciones.

Cuando era niña ocurría mucho que las peleas que existían en mi hogar fuesen culpa mía, y no porque yo las provocara, sino porque los adultos que se supone debían enseñarme a lidiar con las cosas que pasaban, simplemente decidían que lo que provocaba el problema era yo; por lo que aprendí que todas las peleas, discusiones, regaños y todo eso, era culpa mía y de nadie más, así como, que todo lo que se podía sentir era enojo.


Crecí creyendo que la manera de resolver las cosas y poder obtener lo que quería, era a través del enojo, que quien ama se enoja con el ser amado, que si no te escuchan debías gritar, si no te hacen caso debes gritar, que si las cosas no salen como quieres o una persona no hace las cosas como quieres, simplemente lo denigras y le dices que es una persona estúpida, tonta. Aprendí que cuando haces algo mal y llega la culpa, debes prometer ya no volver a hacerlo expresando tristeza y llorando en el momento, decirle a la otra persona que la quieres y que no quieres hacerle daño, pero que cuando se presta nuevamente la oportunidad de volver a hacer lo que prometiste no hacer, simplemente lo haces y vuelves a disculparte, llorar, expresar tristeza y decir que no querías hacer daño.


Gracias a lo que aprendí mientras crecía, hice daño a personas que me querían y simplemente llego el momento en que ya no formaron parte de mi vida, también puedo decir, que gracias a como aprendí a manejar mis emociones, era tan fácil conformarme con la más mínima pizca de afecto y cariño que una persona podía expresar hacia mí, aunque eso implicará que no fuera realmente bueno sino dañino y solo me lastimará más. No hay una formula secreta para aprende a manejar lo que sentimos, pero si puedo decirte que cuando aprendemos a hacerlo, muchas de las cosas que nos atormentan se irán y podremos darle nombre a lo que nos pasa, sobre todo a darle el valor a todo lo que somos como personas.


¿Recuerdas a Agustín?, bueno el fue una persona con la que aprendí en cierto modo a manejar mucho de lo que sentía, sin embargo, también descubrí muchas emociones que más de ayudarme, me perjudicaban y que al final terminaba en una culpa grande, claro no quiero decir que el culpable de mucho de lo que sentí en los últimos años fue él. Por el contrario, lo que quiero decir es que gracias a alguien externo a donde crecí, descubrí que no siempre es bueno reaccionar de la misma manera para todo, que es importante poder comunicar lo que sentimos y pensamos, y que mucho de lo que pasa por nosotros no tiene que ver con la otra persona sino con nosotros mismos, sobre todo cuando se trata de ya no querer estar en la vida de alguien más, todo esto no lo aprendí por que el me dijera que debía hacer, sino que lo aprendí porque me hizo vivirlo, por lo cual tuve que agarrarme de lo que tenia y comenzar a hacer cambios en mi para poder tener una mejor calidad de vida.


Sin embargo, así como aprendemos cosas buenas de las malas, también aprendemos mucho de lo negativo que nos dejan esas experiencias, por lo que mucho de lo que aprendí con Agustín, simplemente me llevo a un quiebre en mi vida; este quiebre actualmente lo detecto porque gracias a la terapia y el proceso que he vivido he descubierto que muchas de las emociones que creía tener en las circunstancias que se presentaban, realmente no estaban bien identificadas y que todo lo que yo consideraba enojo no era más que tristeza expresada detrás de él, que el amor no era amor sino miedo a perder lo poco que tenía, que la alegría no era más que melancolía disfrazada, entre muchas más emociones mal identificadas y por ende mal gestionadas.


Hablar de lo que sentimos no es fácil, sobre todo cuando no se sabe si es una emoción real o si la expresaras de una manera adecuada, actualmente me sigue costando poder hablar de lo que siento, principalmente a mi familia, ya que todos nos encontramos pasando por situaciones difíciles y a pesar de ello preferimos en general solo guardar lo que no nos parece, provocando así una disfuncionalidad en la comunicación. Claro aquí quiero mencionarte que el sentir de cada persona, solo le corresponde a esa persona, ya que las emociones son acciones de nuestro cuerpo que automáticamente se presentan sin que nosotros las llamemos, y se presentarán de acuerdo a la manera en que aprendimos a lidiar con las problemáticas, por lo que como te comentaba, muchas de las situaciones en las que me llegue a encontrar, el enojo siempre estuvo presente, porque la manera en que aprendí a lidiar con mis problemas era enojándome.


Recuerdo también una ocasión en la que Juno, ¿recuerdas a Juno?, y yo tuvimos una pelea, fue dentro del grupo juvenil en el que servíamos, esta pelea se detono porque a la vista de Juno y de nuestros demás compañeros, Agustín me daba preferencia o me consentía ya que él era el líder del grupo y yo su pareja, sin embargo, tiempo después hablando con Juno y recordando mucho de lo que vivimos dentro de nuestro servicio, pude explicar que ese favoritismo o condescendencia que creía Agustín me daba, simplemente no era algo tan real, puesto que muchas de las veces  solo me utilizaba para obtener beneficios económicos y materiales para poder satisfacer las necesidades que el tenia, por lo que la manera más efectiva de que eso ocurriera pues era dándome por mi lado muchas veces, pero también comprendí muchas de las cosas que no se hacían bien y que ocasionaban sentimientos de injusticia para Juno y más de nuestros compañeros.


Esta situación que te acabo de contar fue uno de los detonantes para que yo me diera cuenta de que muchas de las reacciones y emociones que tenía, no estaban siendo bien interpretadas y expresadas, y que, si realmente hubiera tenido una mayor comunicación con Juno, muchas de las emociones que ella llego a sentir pudieron haber sido clarificadas al momento en que estaban muy presentes.


Algo que me ha ayudado para que pueda ir puliendo la identificación y expresión de mis emociones principalmente ha sido aceptarlas, muchas veces se nos dicen que las mujeres no deberían enojarse o que los hombres no lloran, pero si dejamos esto de lado y nos damos la oportunidad de expresar y sentir lo que ocurre en nosotros, podremos realmente crecer como personas, madurar y ser libres. Aceptar lo que sentimos sin ningún juicio hacia nosotros mismos, nos permite ser libres y no cargar con cosas que debían quedarse en una tiempo y lugar determinados, y esto es posible si interiorizamos que nuestras emociones están ahí por algo, que su funcionalidad es poder darnos aprendizaje, adaptación y tranquilidad.


Paro que yo pudiera aceptar que no hay emociones buenas o malas y que simplemente son emociones que están ahí para un fin, tuve que reflexionar mucho sobre lo que ocurría a mi alrededor y cuestionar que me hacia sentir, porque me hacia sentir de esa manera y que podía hacer yo al respecto. Claro que sentarte a reflexionar no es un lujo que muchos nos podamos dar, pero créeme, hacerlo ayuda a la práctica porque una vez aceptando lo que sentimos, podemos sentirnos bien con ello y tener una expresión, comunicación hacia las demás personas de una manera mucho más funcional.


A mi me ha ayudado el poder comenzar a escribir poesía, nunca me imagine haciéndolo, pero en ocasiones como anoche, simplemente llegan versos a mi cabeza relacionados a lo que siento, quizás otro medio sea la música, el baile (oh cómo amaba el baile, cada vibración de la música, cada emoción y sentimiento, se hacían presentes a través de mis movimientos), quizás a ti te ayude cocinar o algún otro medio que no se me ocurre en este momento. Otra cosa que me ayuda es permitirme llorar cuando no quiero hacerlo, pero necesito hacerlo, existen muchas cosas que podemos hacer para poder expresar, sobre todo el dolor, permitir que llegue, darnos el tiempo de sentirlo, abrazarlo y aprender de aquello que nos duele y sobre todo porque nos duele.


Todavía me cuesta poder manejar lo que siento, pero trato de seguir aprendiendo por medio de videos, de las redes sociales, de las demás personas, leer algún libro, en terapia; creo que tu también puedes hacerlo y recuerda que siempre estamos cambiando, aprendiendo, mejorando.


“No se trata de no sentir, sino de permitirnos sentir con más conciencia y menos culpa. ¿Y tú, como te acompañas cuando algo dentro de ti se rompe un poco?”

 
 
 

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