Rompiendo la Vitrina ...
- razonesparadejarde
- hace 6 días
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Las relaciones que he tenido hasta el día de hoy han sido efímeras y muy distintas unas de otras. Las personas que han perdurado en mi vida han tenido que conocer etapas de esta no muy agradables (claro, si hablamos de aquellas personas que llevan un tiempo considerable), y algunas otras han sido testigos de las mejores etapas de mí misma.
Desde que era niña, siempre pensé que algo ocurría
en mí y no sabía exactamente qué, pero eso provocaba que otras personas no me tomaran en serio, me juzgaran y pensaran que era mala. Entiendo que mi actitud nunca ayudó: yo era esa niña que veía una injusticia o que se metían con sus amigos y salía a defenderlos. Me metía constantemente en problemas y siempre terminaba regañada y castigada por lo que hacía. En algunas ocasiones me pregunté qué era lo que me ocurría, por qué yo tenía que ser así en lugar de ser una niña que todos quisieran y de la que no se quejaran. Me encantaba cuando alguien veía algo positivo en mí y me hacía sentir importante, necesitada y, sobre todo, como parte de su mundo. El problema con eso es que no todas las personas son constantes en tu vida, y mucho menos cuando eres niño, pues vas creciendo, cambiando de escuela, de amigos, y simplemente conoces más personas. Eso ocasiona perder seguridad en quienes te rodean.
Recuerdo que desde siempre he sido muy enamoradiza. No me refiero a enamorarme de una persona de manera romántica, sino más bien de una forma en la que, si alguien me agrada mucho, lo pongo inmediatamente en un lugar muy especial en mí. Sin embargo, esto ha fracturado muchas veces la vitrina en la que suelo colocar a estas figuras. Creo que esto que me pasa a mí también puede pasarte a ti o a otra persona, pero la manera en que desarrollamos nuestras relaciones ha estado presente desde que nacemos. No porque desde recién nacidos sepamos relacionarnos, sino porque crecemos observando cómo se relacionan los otros entre ellos y con nosotros.
Volviendo a mis relaciones: estas han sido caóticas la mayor parte del tiempo, sobre todo porque siempre creí que si yo daba todo por los demás, los demás también harían lo mismo por mí. Pero tuve que aprender que las relaciones no funcionan así, y lo peor es que lo aprendí de una manera muy hostil y agresiva. Cuando estaba en la secundaria, creía firmemente que, aunque no me llevara bien con mis compañeros del salón, si hacía las cosas de determinada manera, estos no serían tan crueles conmigo. Confiar en ese pensamiento fue muy sencillo (no puedo engañarte, hubo ocasiones en que la cruel fui yo. Actualmente ya no justifico mis acciones, pero en esa época yo solo trataba de sobrevivir a la secundaria), hasta que un día, en una actividad en la que debíamos vender chocolates por grupo para ganar un concurso en la escuela, mis compañeros decidieron hurtar un par de las cajas que tenía en custodia. Esto terminó en que yo tuve la culpa por perderlas y me tuve que responsabilizar, buscando una manera de resolver y costear la pérdida. (Sinceramente fue algo que me molestó mucho, cuando tiempo después, en el chat grupal —ya estando en preparatoria— mis compañeros admitieron haber hurtado los chocolates, sin importarles todo lo que habían ocasionado. ¡Si lo recuerdo, aún me emperra la injusticia, pero qué se le va a hacer!). En su momento fue frustrante, pero se resolvió y al final todo el grupo terminó pagando.
Este evento provocó una ruptura en la vitrina y, para no cortarme, comencé a ser más hostil con las personas y a estar a la defensiva cuando algo no iba bien. Más adelante, cuando entré a la preparatoria, hubo muchos cambios, sobre todo de personas (si me preguntas, la preparatoria ha sido la mejor etapa en la que muchas de mis relaciones mejoraron). Estando en la prepa sucedieron dos cosas: una de ellas ha sido muy favorable hasta el día de hoy, y la otra terminó de romper totalmente la vitrina, que en este momento está en reparación. Iniciemos por la favorable, pero pon atención, porque debemos regresar para hablar de la no tan favorable.
Lo favorable de las relaciones en la preparatoria
Entrar a la prepa es un cambio grande. Ya no eres un puberto ni mucho menos un niño, pero tampoco estás en la edad de ser adulto. Es una etapa difícil, pero para mí fue una etapa en la que conocí a grandes personajes. Te hablaré un poco de uno de ellos: una de mis mejores amistades hasta el momento, sobre todo por el respeto, admiración y cariño que le tengo. Vi es una chica excepcional: muy inteligente, carismática, un ángel en la tierra. No sé cómo explicarlo, pero otra persona como ella no he conocido, y la verdad agradezco que sea mi amiga. Con Vi aprendí que hay personas que te aceptan como eres, que no tienes que dar nada a cambio para que formen parte de tu vida. Con ella he aprendido muchas cosas, sobre todo que, si algo no le parece, te lo va a decir, pero no para hacerte sentir mal, sino para que veas tu error y puedas corregirlo, ya sea con su ayuda o no. Mi relación con Vi en la actualidad es como si no pasara el tiempo y está llena de confianza, sobre todo de comprensión y aceptación. Convivir durante la prepa con una persona como Vi me ayudó a desarrollar habilidades sociales muy buenas (claro, no me cambió el carácter ni mucho menos las cosas tan enraizadas que tengo en mí, pero sí influyó en que madurara mucho). Al conocer a Vi, conocí también a grandes personas que hasta el día de hoy sé que mucho de lo que pasó en el pasado —las disculpas, el tiempo y, sobre todo, el cariño— han nutrido las relaciones, aunque no estemos tan presentes en la vida de los otros como antes.
Lo desfavorable de las relaciones de la preparatoria a la actualidad…
Estando en la etapa de la preparatoria, llegó el momento en que entré a confirmaciones y tuve mis dos relaciones románticas hasta el momento. Ambas experiencias fueron agradables, pero también trajeron mucho de lo que rompió y destruyó la vitrina. En esta etapa seguía formando mucho de mí y, sobre todo, mi manera de entender y generar relaciones con otras personas. Al ingresar al grupo de confirmaciones, aprendí que apoyar a otros es muy importante al tratarse del servicio de Dios. Sin embargo, al crecer con la idea de que entre más das es mejor, me di cuenta de que nunca terminas de dar y que muchas personas se aprovechan de eso, hurtan mucho de lo que eres y te hacen sentir culpable en la ecuación cuando los resultados son desfavorables para ellos. (Sí, hablo de cuando explotas por la carga que existe en ti por esas relaciones que se tornan desfavorables para ti mismo).
Mi experiencia en el servicio a la iglesia fue grata, agradable y sobre todo me llenaba. El problema ocurrió cuando muchos de los recursos que yo tenía eran explotados por Agustín, sin darse cuenta del daño que me estaba ocasionando. (Sí, en cierta parte fue mi culpa, porque si algo me estaba dañando debía alejarme de ello y no permitirlo, pero… ¿te sabes la historia de la rana? Si no, pues el final es que la rana termina siendo hervida en la olla porque no se dio cuenta de que la temperatura del agua había estado subiendo. Eso mismo me pasó a mí). Justo después de dejar mi servicio, la explotación de recursos continuó, por lo que en algunas ocasiones no tenía ni para comer. Sin embargo, la relación con Agustín no solo dejó estragos económicos, sino emocionales y racionales. Mi relación con Agustín destrozó la vitrina en que tenía a muchas de las figuras que conocí en confirmaciones, principalmente porque mucho de lo que se veía de mí era lo agresiva y a la defensiva que yo solía ser con las personas que me rodeaban. (No me malentiendas, no es culpa de Agustín la manera en que yo reaccionaba, ahora ya lo entiendo), pero muchas de mis relaciones se rompieron porque no sabía cómo estar.
Con todo esto que acabo de mencionarte, quiero hacerte saber que las relaciones que he desarrollado a lo largo de mi vida han sido, en términos coloquiales, tóxicas la mayor parte del tiempo, pero otras, como la de Vi, han sido extraordinarias. He aprendido mucho de ambos panoramas, por lo que en la actualidad he podido mejorar algunas que ya tenía y hacer nuevas, como la relación que tengo con Oliver (que después te contaré de ella).
Esta entrada ha sido gratificante de escribir y está llena de grandes emociones que en algún momento creí no repetir. Pero me gustaría que sigas explorando conmigo la relación de Agustín, Oliver, Vi, Juno, Lúa, Sabina y muchas otras, para que, al igual que yo, aprendas de lo que ya hemos vivido y de cómo podemos mejorar en el presente. Espera la continuación en la siguiente entrada.
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